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¿Es la ciencia ficción clásica machista? Spoiler alert: sí

La Insomne 0 Comentarios

Esposas, androides, vírgenes y putas solícitas. La ciencia ficción clásica, especialmente aquella escrita entre 1940 y 1990, no está exenta de los males sociales enquistados en el momento: una sociedad con los pilares asentados en el síndrome de la Madonna donde las mujeres son objetos de deseo sexual o simples jóvenes desvalidas necesitadas de la presencia del héroe / macho salvador.

Y no es de extrañar teniendo en cuenta que, a pesar de tener grandes voces femeninas dentro del género, según la revista Forbidden Planet’s el 75% de los escritores de ciencia ficción son hombres. Este medio publicó en su momento en su página web una lista con los 50 libros de ciencia ficción que tenías que leer votados por más de 60.000 lectores, pero entre todos ellos solo se encontraban tres mujeres. La lista de Goodreads elaborada sobre 100 títulos del género incluye solamente 10 libros escritos por mujeres (y para más inri Ursula K. Leguin sale repetida tres veces) y la web The Best Science Fiction Books, medio que explora la ciencia ficción escrita, cuenta con un 84% de contenido sobre hombres respecto a mujeres escritoras. 

Esto no quiere decir que las mujeres escriban menos ciencia ficción (tema que dará para un nuevo artículo en el futuro) sino que simplemente, el discurso del género es eminentemente masculino y patriarcal. 

Este paradigma sobre el que muchos lectores de literatura de género han crecido, sale a relucir con especial relevancia hoy en día gracias a la reedición de algunos de sus clásicos, como El día de los trífidos (1951) de John Wyndham publicado recientemente por Runas (sello de fantasía y ciencia ficción de Alianza Editorial), Dune (1965) de Frank Herbert cuya espectacular edición en tapa dura ilustrada nos trajo Nova en el 2019, Las estrellas, mi destino (1956) de Alfred Bester reeditada en 2017 por Gigamesh o Stalker. Picnic extraterrestre (1979) cuya preciosa reedición nos llegó de la mano de Gigamesh este mismo 2021. 

No es por ello extraño que cualquier persona descontextualizada pueda coger una de estas ediciones y, sin comprender completamente su trasfondo, se encuentre con auténticas barbaridades misóginas: damas bobas y tontas que son lastres para poderosos protagonistas masculinos; justificaciones de violaciones ante escenarios distópicos o, por qué no, robots hechos por y para ser putas. 

La presencia femenina en las novelas de ciencia ficción clásica es simplemente abochornante. Aunque podamos encontrarnos con excepciones a la regla (como es el caso de Asimov, George Orwell o Huxley), la gran mayoría de obras escritas por hombres no es que no pasen el test de Bechdel, es que simplemente insultan flagrantemente a las mujeres a través de declaraciones sobre su incapacidad intelectual, relegándolas a un personaje anecdótico o utilizándolas como alivio sexual. 

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Sabes perfectamente que las mujeres pueden manejar y manejan —o manejaban— máquinas muy complicadas y delicadas cuando hacen el esfuerzo de entenderlas. Lo que pasa, en general, es que son demasiado perezosas para esforzarse, salvo que no les quede más remedio. ¿Por qué iban a hacerlo, cuando la tradición de alegar indefensión puede racionalizarse y convertirse en una virtud femenina, además de endosarle la tarea a otro? 

El día de los trífidos | John Whyndam, 1951

Tal y como constata Joanna Russ en Cómo acabar con la escritura de las mujeres, no existen «mujeres reales dentro de la ciencia ficción, solo imágenes de las mismas ya que la mayor parte de estas están basadas única y exclusivamente en fantasías masculinas». Este tema de una candencia y una violencia especial para el género femenino, fue abordado por la activista y feminista Russ no solo en su obra de ensayo antes citada, sino también en El hombre hembra, una obra en la que la autora arremete contra cualquier persona del género opuesto planteando una sociedad libre e igualitaria en la que el hombre se ha extinguido. 

Y es que es especialmente ilustrativo ver cómo dentro de la imaginación de prolíficos autores que soñaban con ciudades más avanzadas y con una ciencia capaz de sacudir los cimientos del mundo conocido, el papel idóneo para la mujer era el de la dama de casa / prostituta satisfecha y feliz. Y cuando no es así, su relevancia en la obra es tan nimia que podría extirpársela de la misma sin alterar ni un ápice el peso de la trama. 

Sin ir más lejos, en Cita con Rama, la obra de Arthur C. Clarke de 1973, ganadora del premio Nébula, Hugo y Locus, ni una sola mujer retratada en la obra tiene relevancia alguna para el argumento principal, pero sí son suficientemente importantes como para que el protagonista se acueste con la mayoría de ellas durante la obra. 

 

El complejo de dios y la mujer robot. 

Ante la perspectiva de poder diseñar y desarrollar una mujer completa, los escritores de ciencia ficción clásica optan por convertirla en un instrumento sexual hecho a imagen y semejanza de las más perversas fantasías masculinas. Tenemos completamente interiorizado el hecho de que la inteligencia artificial es una extensión de los deseos masculinos y que, por tanto, no hay nada más sexy que la servidumbre femenina eterna. De esta forma, en Sueñan los androides con ovejas eléctricas, Philip K. Dick describe a una replicante femenina como un «modelo básico hecho para el placer» para luego designarla como «la mujer perfecta». 

Las IA femeninas son los “juguetes perfectos”: su nacimiento artificial les exime de tener que seguir los roles de género y comportamiento modesto de las mujeres reales, lo cual les posibilita ser sexualmente más desinhibidas sin tener que ser moralmente reprochables. Esto es algo que explora magníficamente bien Ian Watson en Orgasmatón: una obra en la que critica precisamente el tipo de sociedad que crearía un mundo habitado solo por hombres donde las chicas son cultivadas y deformadas para satisfacer cualquier tipo de fantasía sexual.

Al contrario, los hombres artificiales, ya sean robots, homúnculos o clones, suelen mostrarse como seres militarizados que despliegan grandes dosis de violencia e inteligencia, la cual se contrapone directamente con la patética e inútil presencia femenina en sus obras. Stalker. Picnic Extratarrestre (1979) de los hermanos Strugatski (o incluso Qué difícil es ser dios, 1964) es un clarísimo ejemplo sobre lo irrelevantes que son las mujeres dentro de las obras, a las que se reduce a amas de casa (como es el caso de la mujer de Red en la novela Stalker, la cual espera pacientemente a que su marido alcohólico y delincuente salga de la cárcel sin mudar un ápice su gesto de santa martirizada); o de la joven amante de Lord Rumata en Qué difícil es ser Dios.

La irrelevancia de los personajes femeninos en el género llega hasta tal punto de ser abiertamente descarados bajo la óptica moderna. En la obra de C.S. Lewis Más allá del planeta silencioso (1938) solamente aparece una mujer, la cual intercambia tres frases irrelevantes antes de desaparecer por completo de la historia. 

Al carecer de importancia, los personajes femeninos se prestan a menudo en las obras distópicas del género a ser simples trozos de carne hechos para la reproducción o la crianza.  En El día de los trífidos de John Whyndam, una terrible plaga deja completamente ciega a toda la población menos a un grupo muy pequeño de escogidos. En estas condiciones se desata la violencia y las violaciones y los hombres buscan a mujeres que no tengan ceguera para convertirlas en sus esclavas. El protagonista, Bill, al comprender aquel nuevo status quo, tras ver cómo un grupo de hombres seleccionan a las mujeres por la calle como carnaza y empiezan a violarlas, arroja al lector el siguiente pensamiento: 

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Al fin y al cabo, y con independencia de la opinión que se pudiera tener de sus métodos, el líder era los ojos de todos: dependían de él tanto para alimentarse como para beber. Las mujeres también lo seguirían, por su propio pie, en cuanto apretase el hambre. Y ahora, cuando miro a las mujeres de por aquí, dudo que alguna de ellas se opusiera en serio. 

En otras obras, como La era del diamante (1995), de Neal Stephenson, se minimiza por completo la importancia de las violaciones. En este libro en específico, la protagonista es violada en dos ocasiones sin que ello afecte en ningún momento a su estado de ánimo o a su desarrollo como personaje. 

La violencia sexual es además un tema recurrente dentro del género. La escritora de ficción y crítica Sarah Gailey recientemente denunció que de 31 libros del género protagonizados por mujeres, al menos ? incluían escenas cargadas de violencia sexual. 

Un paradigma que, gracias al cielo, está cambiando

Por suerte, estamos evolucionando en la dirección adecuada. El auge de magníficas autoras como Kameron Hurley, Becky Chambers o N.K. Jemisin han cambiado la forma con la que las mujeres se comportan en las historias distópicas y la ciencia ficción más cruda. Por fin, las jóvenes lectoras se encontrarán con mujeres poderosas al mando de escuadrones militares, fuertes orogenes capaces de enterrar a una civilización completa o, y que las estrellas lo permitan, personajes capaces de una crueldad y una violencia superable a la de muchos cantamañanas que se atrevieron en su momento a relegar a las mujeres a tres líneas en un tomo de quinientas páginas. 

Es posible que la ciencia ficción clásica sea hirientemente descarada con su misoginia, pero gracias al cielo, parece que por fin hemos empezado a colonizar el espacio. 

 

2 comentarios en este post

P
Parpirus08 Mayo 2021Responde
Muy interesante

P
Parpirus08 Mayo 2021Responde
Muy interesante

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