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NOTA: 9.8

El retrato de casada: opinión de una novela sobre la vida de una joven destinada a morir

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - El retrato de casada: opinión de una novela sobre la vida de una joven destinada a morir

Con qué delicadeza, con qué solemnidad acuosa se desliza la narración de Maggie O’Farrell. La autora que ya había conquistado el panorama internacional con su anterior obra, Hamnet, nos introduce ahora en una novela sugerente, delicada, poderosamente femenina y cargada de sutilezas sobre la vida de una joven duquesa atrapada en un mundo que no es para ella.

La historia de Lucrezia empieza con una desgarradora e inamovible afirmación: Lucrezia de Ferrara, la joven niña que no encaja, que nadie quiere realmente ni comprende, morirá antes de cumplir el primer año de su matrimonio. De esta forma la autora nos obliga a ser testigos a través de una prolepsis literaria cruel y devastadora de la vida de una pobre niña a la que acabas cogiéndole un inmenso cariño y al lado de la que rezas para que su destino, su final, llegue a no cumplirse. Esa es la verdadera maravilla de esta novela y ese es el talento que se le escapa a muchos autores de novela histórica: que desees, desesperadamente, en un ejercicio de empatía, que la historia que sabes cierta no llegue jamás a cumplirse.

Retrato de una casada es, en todas y cada una de sus páginas, una narración que fluye, se derrama y refleja el sino de las mujeres del S. XVII: una vida hecha por y para servir al propósito de engrandecer la figura del esposo, de ser un complemento para engrandecer su figura política y enriquecer sus arcas de títulos y terrenos. No es accidental que la autora comience la obra con una ilustrativa cita de El Decamerón:

[…] las mujeres, sometidas a la voluntad, los gustos y los mandatos de padres, madres, hermanos y maridos, viven la mayoría del tiempo encerradas en el reducido círculo de sus estancias, sentadas y casi ociosas, queriendo y no queriendo al mismo tiempo, entregandose a diversos pensamientos que no siempre pueden ser alegres.

Retrato de Lucrezia di cosimo para reseña
Imagen para ilustrar la reseña de El retrato de casada

La obra se inspira en el poema del siglo XIX Mi última duquesa, de Robert Browning, en el que se describe un enigmático retrato de Lucrezia del pintor Bronzino. A través de esta imagen y de lo que ocurrió, Maggie O’Farrell realiza una magnífica reconstrucción de la historia de una joven que pasó practicamente toda su vida encerrada entre cuatro muros, siendo vigilada, sometida y entregada en contra de su voluntad al nuevo duque de Ferrara: un joven en apareciencia perfecto y comprensivo que mostrará tener una cara oculta. Así, con un salto continuo del presente al pasado, la magnífica narración de la autora nos engancha al presentarnos primero a la joven Lucrezia, de apenas quince años, la noche en la que comprende que su marido, su atento y cariñoso esposo que solo parece preocuparse por su bienestar, quiere matarla.

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Con una claridad particular, como si le pusieran un cristal de color ante los ojos, o tal vez se lo retiraran, a ella se le ocurre que tiene intención de matarla.

Así, la narración serpentea entre el presente y el pasado como en un retablo barroco compuesto por hilos aparentemente accidentados que se entrecruzan en cierto punto para mostrarnos una imagen completa, acercándonos desde aquellos primeros días en los que Eleonora di Toledo la concibió encima de una mesa completa de mapas hasta el instante funesto en el que, mirando a los bellos ojos de su perfecto esposo, comprende que morirá sin haber sido libre ni un solo minuto de su vida.

Contexto histórico de Lucrezia di Cosimo de Medici

Sin embargo, como en cualquier novela histórica que se precie, es importante analizar las costuras con las que la autora ha construido este retrato. Es importante mencionar que, tal y como la propia Maggie O’Farrell indica al final de la novela, Retrato de una casada está inspirado en la vida de una joven real, pero gran parte de lo que fue su personalidad, infancia y temores es ficticio. Asímismo, la autora se ha permitido modificar algunos aspectos de su vida para hacer más interesante la trama y modificar el nombre de algunos personajes secundarios para evitar confusiones en el lector.

Y es que poco se sabe realmente de Lucrezia di Cosimo de Medici. Nacida en el seno de una familia florentina en 1545, tanto la verdadera Lucrezia como la de la novela poco sabían del conflictivo contexto histórico y político con el que batallaron primero sus padres y luego su marido el duque Alfonso II di Ferrara. Como quinta hija, su destino siempre fue el matrimonio: un matrimonio que permitiera aliarse con otra de las grandes ciudades-estado independientes en las que en aquel momento se configuraba el territorio que hoy conocemos como Italia. En el S. XVI, la península estaba dividida por numerosos estados y ciudades-estado independientes, cada uno gobernado por una familia noble o un líder poderoso. Estos territorios incluían ducados como Ferrara, Milán, Mantua, Urbino y muchos otros y, a menudo, contaban con lenguas y dialectos diferentes que les impedía comunicarse entre ellos.

Imagen aesthetic el retrato de casada
el retrado de casada ambiente

Es ahí cuando la magia de Maggie O’Farrell como autora brilla, introduciendo de forma completamente naturalizada detalles como el idioma napolitano que habla el aya de Lucrezia y las criadas, la muralla de incomprensión con la que se encuentra la joven al intentar comunicarse con los hombres de su marido en sus primeros dias o incluso en la manera con la que Alfonso y su corte gira alrededor del mecenazgo de las artes.

Todos estos datos aletean alrededor de la vida de una niña y posteriormente una joven que nada sabe, nada quiere y nada comprende. No es capaz de percibir ni la obsesión de su padre por protegerse de los continuos atentados contra su vida, ni las artimañanas con las que Eleonora, su madre, gobierna en las sombras. La perspectiva que obtendremos de todo lo que ocurre alrededor de la vida de Lucrezia será filtrada por un narrador en primera persona que no es, nada más ni nada menos, que una niña inocente. Es por ello posible que El retrato de casada se ubique mejor como novela intimista femenina ya que nos abre las puertas al día a día de una mujer más que al brutal contexto de tramas, intrigas y asesinatos que ha rodeado siempre el apellido Medici.

Un comienzo poderoso, una vida entre barrotes de oro 

El retrato de casada de Maggie O'Farrell es, simpley llanamente, una novela cautivadora no solo por su tono fluido, descriptivo y exquisito en cuanto a las descripciones y adjetivos, sino también por las sutilezas que entrañan su argumento. Desde su poderosísima apertura en la que la autora nos envuelve en un inquietante cliffhanger al revelar que Lucrezia murió, posiblemente asesinada por su marido, poco tiempo después de su matrimonio, hasta un final que deseas que no llegue jamás para no tener que enfrentarte a una conclusión inevitable que desearías olvidar.

Esta priemra escena, oscura y sombría que da lugar a todo tipo de suspicacias y miedos en el que Lucrezia comprende que su marido pretende asesinarla y, lo que es peor, que no tiene escapatoria posible, despierta nuestra curiosidad por descubrir los secretos y las dificultades que rodearon la vida de esta joven noble y por comprender cómo llegó hasta ese callejón sin retorno.

Así, el libro nos devuelve a la infancia de una niña incomprendida, vilipendiada y apartada del seno familiar simplemente por sus rarezas. La autora nos deja caer de una forma inquietantemente familiar la descripción de la mente de una niña con, muy probablemente, quizás un trastorno de déficit de atención ya que nos la describe como una joven de altísima sensibilidad, enorme energía, altas capacidades para memorizar o disociarse y un inexplicable talento para el dibujo. Sus años de infante nos permiten por tanto sentir su soledad, su aislamiento y el dolor que siente al verse repudiada por todos, pero también comprender uno de los puntos centrales de la novela: la falta de la libertad de las mujeres nobles.

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Al parecer no tenía sitio en la mesa. La silla en la que solía sentarse estaba ocupada en ese momento por el ama de cría, que tenía a Pietro envuelto en la mantilla, dándole de mamar.

Y es que uno de los aspectos más destacados de El retrato de casada es la forma en que O'Farrell explora las limitaciones y la falta de libertad que experimentaban las mujeres nobles en esa época. A través de continuas referencias, ensoñaciones en las que Lucrezia ansía escapar y correr y metáforas en las que se compara continuamente a las mujeres con conejos en un mundo de cazadores, la autora retrata el encarcelamiento de lujo al que se sometía a Lucrezia desde su infancia.

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Cuando la ciudad dio paso al campo le habría gustado espolear su montura, clavarle los talones en los flancos y volar por encima de las piedras y la tierra, avanzar por el paisaje llano del valle a gran velocidad, pero sabía que no debía hacerlo, que su sitio estaba detrás o cerca de él, su la invitaba, jamás delante, y así siguieron, al trote.

A pesar de vivir rodeada de lujos y comodidades, la protagonista se encuentra atrapada en un mundo de expectativas, restricciones y falta de autonomía. Su infancia, marcada por las restricciones de una madre profundamente religiosa y estricta que la mantenía encerrada en unas habitaciones con un aya, es solo el comienzo de una vida en la que ella no importa nada, no es más que el reflejo de un papel, de un título que no le aporta ni lo más mínimo. Y es que nos queda claro a lo largo de la lectura de toda la obra que Lucrezia, esta niña de rica imaginación e increíble talento, no es más que una joya que los hombres pueden exhibir para mostrar su poder. Y si ese es el caso ¿por qué mantener un símbolo vivo que hable cuando su retrato puede hacer exactamente lo mismo que ella sin dar tantos problemas?

Y es que El retrato de casada de Maggie O'Farrell expone de manera impactante la opresión heteropatriarcal que envuelve la vida de todas las mujeres del momento: primero de Eleonora di Toledo, tomada de cualquier manera sobre una mesa con mapas, ajena a lo que significa sentir placer en el acto sexual, y después a través de la vida de Lucrezia.

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Lucha contra la mano que lo sujeta. Fingen, es un juego y ambos lo saben. Podría arrancarle el vestido en un momento, con su consentimiento o sin él, si fuera un hombre completamente distinto. […] Según su punto de vista, darle acceso a su cuerpo sin ponerle trabas es un precio pequeño a cambio de las muchas libertades y poderes de los que goza.

Desde temprana edad, Lucrezia se ve atrapada en un mundo en el que debe vivir constantemente pendiente de las expectativas impuestas por los hombres que la rodean. Su padre, en primer lugar, y más tarde su marido, ejercen un control dominante sobre su existencia, menospreciando su valía y relegándola a un papel subordinado. El consejero de su padre desestima su talento artístico, negando su capacidad de pintar con destreza. Y una vez casada, su esposo la somete a un silenciamiento constante, exigiéndole comportarse como una tonta sumisa y otorgándole la posibilidad de usar su voz solo para asentir a todo lo que él dice.

Las continuas metáforas de la obra a su final, los guiños a una relación condenada a la muerte

Retrato de una casada fluye y salpica continuamente el texto de referencias y metáforas no solo sobre la vida de Lucrezia y el resto de las mujeres en esta sociedad cortesana, sino también sobre su sino en específico. Así, por ejemplo, una de las primeras escenas que viviremos al lado de Lucrezia es una ¡lección clásica sobre la vida de Ifigenia en el texto clásico de La Ilíada, la cual se entrega voluntariamente al matrimonio solo para encontrar al otro lado la muerte.

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Ifigenia iba alegremente hacia el altar, creía que a la ceremonia de boda, pero al final fue el altar del sacrificio. Agamenón le degolló la garganta con un puñal.

Veáse ahí la similitud de la escena con lo que más adelante viviría la propia Lucrezia.

el retrato de casada Emily
el retrato de casada Lucrezia

La correlación entre los conejos y las mujeres es también especialmente ilustrativa. Lucrezia como niña es comparada continuamente con un conejo y cuando le regala el retrato a su aya, la dibuja rodeada de «muchos conejos retozando alegremente alrededor de sus pies, con el pelaje tostado y plateado brillando a la luz». Este símil que fácilmente les relega a una posición de sumisión y fragilidad, es inquietante cuando comprendes que los hombres son, en este universo, los cazadores. Por si fuera poco, la autora viste a los hombres a menudo con piel de conejos, realizando una alusión especialmente inquietante al comparar ambos conceptos: «Se preguntó cuántos conejos habrñian tenido que morir para hacerse esa capa. ¿Siete, ocho, nueve? ¿Serían viejos, a punto de morir ya, o jóvenes de piel suave, que apenas habían vivido?». Parece que la propia Lucrezia se pregunta aquí cuántas mujeres han de morir para embellecer el estatus de un hombre.

Todo en este mundo gira en torno al vestuario, la imagen y el estatus. La autora hábilmente separa dos esferas distintas: por un lado, las mujeres con sus vestidos incómodos que les impiden respirar y que representan por tanto, la ausencia de valor que le dan a sus voces, mientras los hombres visten con ropas holgadas que les permiten llevar cotas de malla por debajo, protegiéndose y simbolizando su dominio en este mundo regido por las apariencias.

Esta representación magistral de la opresión femenina y la superficialidad del entorno resalta la alienación de Lucrezia y la lucha constante por encontrar su propia voz y autonomía en un mundo que la subestima y la limita. El lector se convierte en el confidente de sus anhelos y ansiados pensamientos, compartiendo su carga emocional y acompañándola en su búsqueda de liberación en un mundo que busca encasillarla en simples estereotipos.

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Lucrezia se da cuenta de que su madre los quiere más a ellos, que, para ella, son insustituibles, que Isabella es la predilecta de su padre y nunca hace nada mal, que nunca les ha quedado cariño suficiente para ella, que siempre será la hija de la que se acuerdan a destiempo, la que se tolera en el mejor de los casos, y quiere preguntar por qué los quieren a ellos y a ella no.

Entonces ¿merece la pena leer El retrato de casada?

Absolutamente sí. El retrato de casada es una novela simplemente maravillosa, sutil y cargada de pequeños detalles capaz de engancharte desde el primer instante en que cae en tus manos. Su tono poético y su delicadeza fluidez hacen que la experiencia de lectura de la vida de Lucrezia di Cosimo sea te atrape desde el primer momento y que sufras a su lado.

La aclamada autora brilla una vez más al naturalizar detalles históricos, darle sentido a la importancia de la vestimenta y sumergirnos en una Italia desmembrada y violenta donde las mujeres están atrapadas como parte de un sistema heteropatriarcal injusto y cruel.

Es decir, que Retrato de una casada es una novela cautivadora que revela la opresión, la falta de libertad y la trágica existencia de Lucrezia di Cosimo de Medici, sumergiendo al lector en un mundo de sutilezas, intrigas y sacrificios femeninos, y dejándolo conmovido y reflexivo sobre la condición de las mujeres en la sociedad del siglo XVII. Una obra que sin lugar a dudas, rescata del olvido a una joven que nunca tuvo la oportunidad de vivir.

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