Fémina: Viaje al Corazón de las Mujeres que Moldearon la Edad Media

Cuando uno se asoma sobre una obra de ensayo feminista, especialmente enclavado en un periodo histórico pasado, lo que espera encontrarse es el discurso de siempre: la iglesia siempre ha oprimido al género femenino, las mujeres en el medievo eran poco más que parturientas y campesinas y el amor fue el impulsor de sus breves historias. Sin embargo, Fémina, la obra de Janina Ramírez, arranca con una premisa tan arriesgada como acertada: convencerte de que en la época medieval las mujeres gozaban de mucha más libertad de la que el imaginario colectivo moderno les ha entregado.

A través de capítulos cortos donde la antropología y arqueología se mezcla con historias, leyendas, cantares de Tristán e Isolda y el descubrimiento de mujeres tan fascinantes como la famosa guerrera de Birka, la rey Jadwiga (sí, no es un error), la decisiva Ethelfleda de Wessex o la apasionada Hildegarda de Bingen, Janina Ramírez nos ofrece una perspectiva única donde las mujeres medievales comerciaban, reinaban, fundaban refugios académicos para las mujeres y persistían en una sociedad que creíamos hasta ahora aparentemente vetadas para ellas.

Permíteme que te cuente, sensación a sensación, qué me ha parecido esta obra que releería en bucle durante el resto de los años de mi vida.

El feminismo victoriano y su obsesión por el medievo: la motivación de Emily Wilding Davison.

De Emily Wilding Davison se han dicho muchas cosas: que fue la primera «mala feminista», que su sacrificio la convirtió en una mártir del movimiento que luchaba por el voto de la mujer.

Para aquellas que necesitéis un poco más de contexto, Emily Wilding Davison fue una activista que luchaba por el voto a la mujer que en 1913 en mitad del mediático Epsom Derby se lanzó frente al caballo del rey para colocarle un broche sufragista que llevara su mensaje a la línea de meta, con tan mala suerte que acabó siendo arrollada y murió frente a las cámaras.

Sin embargo, lo que muchos medios y expertos en feminismo no alcanzaban a comprender en mitad de este turbulento y fascinante momento en el que la lucha por el sufragio femenino se convirtió en una guerra violenta y encarnizada (os recomiendo encarecidamente Sally Heathcote, Sufragista, la novela gráfica de La Cúpula si os interesa el momento), es que Emily Wilding Davison era una profunda medievalista.

Y así arranca Janina Ramírez: con una violenta y fascinante historia de una mujer que deja que el caballo del rey en el hipódromo le aplaste; con su fascinante y violenta convicción de que las mujeres en la época medieval eran mucho más libres que en su época. A través de un prólogo arrebatador, la autora nos lanza un desafío abierto que, he de confesar, a mí hizo que se me alzaran las cejas: convencerme de que las mujeres en la época medieval eran mucho más libres y prósperas de lo que nos han convencido. Y vaya si lo consigue: Fémina me ha convertido en una evangelizadora de las historias de Hildegarda, Ethelfleda, Birka y Jadwiga. Ha hecho que cuando alguien me diga que la Iglesia siempre ha sido una herramienta de opresión femenina, mi respuesta automática sea: “no siempre”.

Entonces ¿por qué creemos que las mujeres en la época medieval eran poco más que objetos de trabajo y matrimonio forzoso? Janina Ramírez nos explica en su obra que gran parte de lo que sabemos sobre medievalismo viene de un momento en el que la sociedad, influida por cada vez más teorías provenientes de los siglos XVIII y XIX sobre división entre sexos, buscaban reconfigurar el papel de la mujer y reducirlo a las opciones de esposas y madres. Es, durante este periodo de reformismo cuando se cerraron los conventos y privando por tanto a estas de contar con sus propios espacios.

De una cuenta de cornalina a un monedero: los objetos que rodearon a estas mujeres icónicas

Fémina amplía tus horizontes culturales y genera un mapa mental en tu cabeza que te ayuda a comprender la verdadera relevancia de mujeres icónicas, olvidadas en muchos casos, a lo largo de toda Europa.

Cada uno de los capítulos de este libro comienza con la historia de un artefacto o documento descubierto y cómo, al aplicar mecanismos y técnicas de arqueología moderna, estos nos cuentan una historia desconocida para la mayoría de las masas. Así, la autora ignora a aquellos personajes más evidentes de los que esperarías encontrarte una crónica, como Juana de Arco o Leonor de Aquitania, para abrirnos los ojos a un entramado de sororidad femenina que trasciende los siglos: mujeres espías en la II Guerra Mundial que arriesgan su vida por poner a salvo el manuscrito de una abadesa ya fallecida años atrás o arqueólogas que ponen todo el dinero del mundo en aras de demostrar la multiculturalidad existente en un Londres del S. XV donde la gente de color y los asiáticos convivían con los caucásicos acostumbrados.

El primer capítulo, como ocurre en este tipo de libros, está cargado de referencias arqueológicas: tumbas descubiertas, joyas que nos permiten comprender la magnitud del comercio en aquel momento, esqueletos mal etiquetados e hipótesis sobre el papel de las mujeres en ese momento. Así, Janina nos trasladará a Loftus en el S.VII, donde la tumba 42 incluye el esqueleto de una mujer de gran poder o influencia, enterrada, sí, eso es, sobre una cama. Como será frecuente en el libro, la autora convierte los artefactos encontrados en historias románticas y sumamente fascinantes que irán repitiéndose en cada capítulo: tumbas medievales llenas de joyas antiguas que demuestran la presencia de comercio árabe con los vikingos; camas enterradas con sus esqueletos bien arropados para que descansen eternamente, barcos llenos de cabezas de caballos decapitados o bolsitos y cajas que representan historias de amor que vivieron sus propietarias. Cada objeto que Janina Ramírez nos presenta al comienzo de la historia es un vehículo de un romántico storytelling que no solo representa fidedignamente la pasión de la autora por la historia, sino que nos permite imaginarnos la vida de las mujeres y sus entornos en aquel momento.

Como estamos acostumbrados con los libros de ensayo de Ático de libros, Fémina recoge fotografías en blanco y negro salpicadas por el texto mostrándonos estos pequeños objetos que luego incentivan y motivan la historia.

La historia de las mujeres medievales es una historia vinculada a un cristianismo que no reconocerías.

Tras la tumba de Loftus y de una de las últimas referencias de enterramientos paganos, Fémina nos habla de cómo el cristianismo y su expansión por Europa fue un tema no solo político sino también económico. Así, comprendemos cómo el dogma cristiano que entierra a la gente con lo mínimo, chocaba con los enterramientos hasta la fecha en los que el que partía lo hacía rodeado de sus joyas y elementos más preciados, provocando que por primera vez, las posesiones de uno las heredasen sus hijos y generasen una economía lucrativa.

Veremos cómo las mujeres fueron especialmente relevantes para la introducción del cristianismo en los pequeños imperios y cómo su influencia determinaron para siempre la construcción del entramado que hoy en día conocemos como Europa y parte de Asia. De la tumba de la princesa de Loftus, donde encontraremos uno de los collares más significativos que probará que a lo largo de todo el norte de Europa el cristianismo convivió durante mucho tiempo con la religión pagana, con la que llegará a fusionarse, hasta Mercia, donde veremos las duras decisiones que vivieron Cynethetryth y Aethelflaed.

En un mundo dominado por la constante amenaza vikinga, en el que la Britania que conocemos eran ducados dominados y condados perpetuamente saqueados, Aethelflaed fue decisiva para la configuración del imperio británico tal y como la conocemos y su relevancia para la historia ha pasado mucho más desapercibida de lo que debería para un personaje tan brillante que se valió del cristianismo para perdurar y hacerle frente a la amenaza del norte.

De su capítulo pasaremos a sumergir los pies en el mundo vikingo donde nos habla primero de las pre-concepciones falsas sobre la vida de los vikingos y cómo una gran cantidad de documentación que nos ha llegado realmente no representan a su civilización. Este texto esta lleno de anécdotas fascinantes como la aparición de una cuenta de cornalina en Inglaterra que demuestra que los vikingos comerciaban con el mundo árabe y la actual Rusia o la historia del esqueleto de Birka, que hasta hace pocos años se asumía que era de un hombre y que ha revolucionado las concepciones del mundo vikingos al demostrarse que no es la única mujer mal categorizada (si os interesa el mundo vikingo, Los reyes del río de Cat Jarman es un buen punto de comienzo). El mundo vikingo, que otorga mucho más poder a las mujeres de lo que parece, se nutre de grandes personajes femeninos dentro de su mitología con personajes Freya y las Valquirias, pero también existen referencias de mujeres reales y espectacularmente relevantes que Fémina nos desgrana como Unn la Sabia, esposa, del autoproclamado rey de Dublín y una de las primeras conquistadoras de Islandia.

Fémina continúa el libro otorgándonos más anécdotas de reductos de mujeres empoderadas: las bordadoras del tapiz de Bayeux, consideradas artistas de tal calibre que obispos, papas y reyes acudían a ellas suplicando su trabajo para poder engalanar sus salones; o la fascinante historia de Hildegarda de Bingen, que daría para tres libros de ensayo por sí misma: filósofa, religiosa, escritora, artista y política, primera persona en describir el orgasmo femenino y famosa por haber creado un espacio protegido para las mujeres en un momento y lugar acuciado por las crisis y guerras internas entre el emperador y el papa del momento.

Nos presentará a Jadwiga, rey de Polonia (no, no has leído mal: fue una de las dos mujeres en la historia de la época medieval en Europa en ser llamada rey), que revolucionó Polonia y Lituania, famosa por haber amenazado abrirse paso con un hacha en su palacio cuando los nobles pocalos impidieron que viera a su amado, que había atravesado media Europa para verla, gobernando con una diplomacia nunca vista por el momento un territorio acrecentado por las rivalidades internas. Y finalmente nos mostrará la historia de una mujer medieval, Margery, cuyo diario refuta todas las concepciones de las mujeres del momento.

El cristianismo como refugio académico y garantía de libertad y seguridad para las mujeres medievales

Y es que si de algo se caracteriza Fémina es de darle completamente la vuelta a nuestras concepciones originales sobre el cristianismo. No solo será un instrumento y arma política para mujeres como Jadwiga o Aethelflaed, sino que se convertirá asimismo en un reducto de protección para las mujeres de la época. Los monasterios y conventos, lejos de la idea que tenemos ahora mismo de los lugares austeros y cerrados en los que viven las monjas, eran centros académicos donde las jóvenes, a menudo de clase rica, podían vivir en plena libertad, con el cabello suelto y dedicarse al estudio, canto y actividades que les ayudaran a acercarse un poco más a dios, huyendo de un destino de matrimonio, partos ininterrumpidos y finalmente, muerte por extenuación.

Así, Fémina nos reconcilia con estos espacios que para nosotras ahora mismo se nos antojan como cárceles y que para la mujer medieval eran espacios femeninos hechos por y para la sororidad, libertad y protección, donde se esperaba que pudieran dar rienda suelta a una actividad académica sin censura ni ataduras y buscar una conexión incluso (en el caso de Hildegarda de Bingen), considerada herética a día de hoy, con Dios.

Conclusiones

Fémina abre una fascinante ventana al mundo de las mujeres medievales y reivincida una verdad y una realidad que durante siglos nos ha estado vetada, enterrada bajo capas y capas de prejuicios e imposiciones de médicos y señoros con nada mejor que hacer. Fémina esgrime una lanza, aprovechándose de un momento de aperturismo y de feminismo reivindicativo que, sin embargo, sigue encontrándose detractores: estudiosos e historiadores incapaces de reformular su idea del mundo pasado, arqueólogos y teóricos que buscan cualquier respuesta, por enrevesada que sea, para no admitir que existían mujeres guerreras en el mundo vikingo, que pelearon en igualdad de condiciones que los hombres en muchos casos o que las princesas y reinas fueron parte esencial para articular el mundo que hoy en día conocemos.

Y todo ello no hace más que forzarnos a preguntarnos… ¿está el mundo preparado para conocer la verdad? ¿Tendremos la misma fortaleza que Hildegarda al enfrentarse al papa Eugenio III para clamarle al mundo nuestra verdad?

Espero que sí. De momento, por mi parte, este es mi humilde homenaje a Fémina, un libro de ensayo que sin lugar a dudas, ha cambiado mi perspectiva para siempre.